
alejandro kaufman
El negacionismo «es la quintaesencia de la violencia simbólica» y, disfrazado de opinión, busca «abrir una brecha» en el rechazo social a los delitos de lesa humanidad y en la deslegitimación de los represores, opinó el profesor universitario, investigador, ensayista y crítico cultural Alejandro Kaufman, para quien resulta necesario limitar este tipo de mensajes.
En una entrevista con la agencia estatal Télam, el académico argentino advirtió que hay mayor riesgo de una proliferación de discursos negacionistas cuando emergen grupos en la sociedad con «deseos de muerte y destrucción».
«`Que explote todo` escuchamos decir. Eso es terreno fértil para el negacionismo y otras formas de violencia y odio», afirmó Kaufman, quien analizó cómo operan en Argentina esos discursos dirigidos a banalizar, relativizar o poner en duda el terrorismo de Estado aplicado por la última dictadura cívico militar en las décadas del `70-`80.
«Los genocidios no concluyen sino que se interrumpen mientras sus propósitos persistan. De ahí que se hayan acuñado nociones como las de imprescriptibilidad, lo imperdonable, nunca más, la idea de que aquello «no debería haber sucedido» (Hannah Arendt). Persisten propósitos, evocaciones y voluntades que deben ser contenidos y delimitados para prevenir repeticiones, nunca idénticas, sino como nuevas versiones o recreaciones. Los discursos negacionistas no son opiniones sino modos de retornar el horror en contextos supuestamente inmunes a la recurrencia del genocidio. Sin embargo, insisten», afirmó el académico.
El crítico cultural afirmó, «los exterminios y genocidios consisten en su mayoría -es el caso del nuestro- en negarle el derecho a la existencia a sus víctimas, en negar que tal cosa haya acontecido y en negar la negación en forma continua. El negacionismo es inherente al exterminio. No es una representación posterior, ni un debate histórico, ni una opinión de ninguna índole. Es la quintaesencia de la violencia simbólica, los crímenes de odio y las discriminaciones en cuanto a su formulación discursiva, aunque no necesariamente en cuanto a sus consecuencias. El negacionismo se hace pasar por una opinión para abrir una brecha en el rechazo masivo que ocasiona el conocimiento público de los crímenes y la consecutiva deslegitimación de los perpetradores. Vienen por otro lado, insospechado y en apariencia desvinculado de los actos horrendos, de modo de instalar la legitimación que relativice, olvide y tergiverse las memorias y la historia de lo acontecido. Disfrazan su inconfesable premisa como debate de opiniones o revisionismo histórico. Sin embargo, despuntan en estos días algunos sinceramientos, lo cual agrava la escena».
«El objetivo es el mismo que el de los exterminios, negar la existencia empírica de las víctimas. Si no se puede hacer (eliminarlas), se lo puede decir, si no se lo puede decir abiertamente se procuran otras formas de expresión indirectas. La premisa siempre es el exterminio, ya sea físico, o simbólico, ya sea en el presente, en el futuro o en el pasado. El objetivo de máxima lo comprende todo. Avanzan hasta donde se les consienta», señaló el profesor universitario.
Kaufman, autor de Golpes, junto a Carlos Alberto Brocato, declaró «tiene que orientarse a objetivos muy específicos y delimitados, recurrir a otras experiencias internacionales sin copiarlas, sino adecuándolas a nuestra historia reciente, y no debe lesionar la libertad de expresión. En cuanto a este último punto hay muchos discursos delimitados, regulados o directamente interdictos, acerca de muy diversos asuntos en sociedades democráticas. No es cierto que sancionar el negacionismo versus la libertad de expresión sean dos polos binarios y excluyentes, como no lo consideramos así con tantos otros discursos que no son permitidos en la esfera pública. No obstante, la prioridad no es la sanción penal, sino la instauración de prácticas pedagógicas o memoriales que restituyan las condiciones de la legitimidad que requiere una convivencia democrática. Se suelen criticar las regulaciones respectivas por su supuesta ineficacia pero esto es cierto también en otros temas, y tampoco son perfectamente eficaces las prácticas pedagógicas o memoriales. El objetivo es aportar a que no se repita el horror. No hay un solo método. Todos son necesarios y todos pueden ser insuficientes o ineficaces si emergen mayorías en la sociedad que desenvuelvan una afección fanática, un deseo de muerte y destrucción. Como ahora está sucediendo en la Argentina: “que explote todo” escuchamos decir. Es terreno fértil para el negacionismo y otras formas de violencia y odio».
Y por último agregó, que la negación de la violencia represiva de la dictadura es en sí mismo un acto violento, «de modo inequívoco porque implica una amenaza que muchas veces se profiere abiertamente y que vemos pronunciarse en forma creciente. Va dirigida contra quienes habiendo sido como colectivo condenados al exterminio por los perpetradores, sobrevivieron no obstante. Y comprende también afinidades y continuidades transgeneracionales, organismos de derechos humanos, movimientos sociales y políticos, opiniones ideológicas, pueblos originarios, mujeres. Se repite el plan de exterminio de la dictadura en la medida de lo que se permita y confunda».