El 12 de junio de 1974, hace exactamente medio siglo, el líder emblemático del peronismo, Juan Domingo Perón, pronunció su último discurso ante una multitud en la Plaza de Mayo. A solo unos días de su fallecimiento el 1 de julio, este discurso se convirtió en un momento histórico y en una ventana al pensamiento y la visión política de quien marcó una era en Argentina.
El discurso, cargado de emotividad y firmeza, reflejaba la determinación de Perón por defender los intereses del pueblo argentino en un momento de agitación política y social. En un fragmento memorable, Perón decía, «estamos luchando por superar lo que nos han dejado en la República y, en esa lucha, no debe faltar un solo argentino que tenga un corazón bien templado».
La alocución del entonces presidente fue interrumpida en varias oportunidades por los manifestantes que asistieron a la Plaza de Mayo y se notó al líder popular visiblemente cansado y conmovido.
Perón destacó la importancia de la unidad y la participación del pueblo en la lucha por sus derechos, señalando que «cuando el pueblo se decide a la lucha, suele ser invencible». Además, hizo hincapié en la necesidad de mantenerse firmes ante los desafíos, tanto internos como externos, que enfrentaba el país en aquel momento.
El discurso también sirvió como un llamado a la vigilancia y al compromiso cívico de los ciudadanos. Perón instó a cada argentino a ser «un vigilante observador de todos estos hechos que quieran provocarse» y a actuar en consecuencia para proteger los intereses del pueblo.
Al concluir su intervención, Perón expresó su profundo agradecimiento a la multitud congregada en la Plaza de Mayo, reconociendo el respaldo y la respuesta que recibió a sus palabras. Con un mensaje de esperanza y compromiso, deseó que «Dios derrame sobre ustedes todas las venturas y la felicidad que merecen».
Cincuenta años después, el legado de Perón y su último discurso continúan resonando en la memoria colectiva de Argentina. Sus palabras siguen siendo relevantes en un contexto político y social cambiante, recordándonos la importancia de la unidad, la participación ciudadana y la lucha por la justicia social.
El discurso completo de Perón el 12 de junio de 1974 sigue siendo una pieza invaluable de la historia argentina, una muestra de su liderazgo indiscutible y su compromiso con el bienestar del pueblo.
Último discurso de Perón (12 de junio de 1974)
Compañeros. Retempla para mi el espíritu volver a la presencia de este pueblo, que toma en sus manos la responsabilidad de defender la Patria. Creo, también, que ha llegado la hora de que pongamos las cosas en claro. Estamos luchando por superar lo que nos han dejado en la República y, en esa lucha, no debe faltar un solo argentino que tenga un corazón bien templado.
Sabemos que tenemos enemigos que han comenzado a mostrar sus uñas, pero sabemos también que tenemos a nuestro lado al pueblo, y cuando el pueblo se decide a la lucha, suele ser invencible.
Hoy coincide en esta circunstancia de lucha que tenemos nuestro lado al pueblo y nosotros no defendemos ni defenderemos jamás otra causa que no sea la causa del pueblo.
Yo sé que hay muchos que quieren desviarnos en una u otra dirección; nosotros conocemos perfectamente bien nuestros objetivos y marcharemos directamente a ellos, sin influenciarnos por los que tiran de la derecha ni por los que tiran de la izquierda.
El gobierno del pueblo es manso y es tolerante, pero nuestros enemigos deben saber que tampoco somos tontos.
Mientras nosotros no descansamos para cumplir la misión que tenemos y responder a esa responsabilidad que el pueblo ha puesto sobre nuestros hombros, hay muchos que pretenden con el engaño y con la violencia. Nosotros, frente al engaño y frente a la violencia, impondremos la verdad, que vale mucho más que eso.
No queremos que nadie nos tema; queremos, en cambio, que nos comprendan. Cuando el pueblo tiene la persuasión de su destino, no hay nada que temer. Ni el engaño, ni la violencia, ni ninguna circunstancia podrá influenciar a este pueblo en un sentido negativo, como tampoco podrá influenciar en nosotros para que cambiemos una dirección que, sabemos, es la dirección de la patria.
Sabemos que en esta acción tendremos que enfrentar a los malintencionados y a los aprovechados. Ni los que pretendan desviarnos, ni los especuladores, ni los aprovechados de todo orden, podrán en estas circunstancias, medrar con la desgracia del pueblo. Sabemos que en la marcha que hemos emprendido tropezaremos con muchos bandidos que nos querrán detener, pero, con el concurso organizado del pueblo, nadie puede detener a nadie.
Por eso deseo aprovechar esta oportunidad para pedirles a cada uno de ustedes, que se transforme en un vigilante observador de todos estos hechos que quieran provocarse y que actúe de acuerdo a las circunstancias.
Cada uno de nosotros debe de ser un realizador, pero ha de ser también un predicador y un agente de vigilancia y control para poder realizar la tarea, y neutralizar lo negativo que tienen los sectores que todavía no han comprendido, pero que tendrán que comprender.
Compañeros, esta concentración popular me da a mi el respaldo y la contestación a cuanto dije esta mañana.
Compañeros, por eso deseo agradecerles la molestia que se han tomado de llegar hasta esta plaza.
Yo llevaré grabada en mi retina este maravilloso espectáculo, en que el pueblo trabajador de la ciudad de Buenos Aires y de la provincia de Buenos Aires, me trae el mensaje que yo necesito.
Compañeros, con este agradecimiento quiero hacer llegar a todo el pueblo de la República nuestros deseos de seguir trabajando para reconstruir nuestro país y para liberarlo. Esas consignas, que más que mías son del pueblo argentino, nosotros las defenderemos hasta el último aliento.
Compañeros, para finalizar, deseo que Dios derrame sobre ustedes todas las venturas y la felicidad que merecen.
Finalmente compañeros, les agradezco profundamente el que se hayan llegado hasta esta histórica Plaza de Mayo. Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino.