La socióloga y coordinadora del Laboratorio de Estudios sobre democracia y autoritarismos de la Universidad de San Martín, Micaela Cuesta conversó con Sergio Wischñevsky por Historia Nocturna.
La destacada intelectual dio a conocer las reflexiones alcanzadas en torno al libro «Discursos de odio, una alarma para la vida democrática» de la colección Futuro Anfibio de la UNSAM.
En diálogo con Radio Provincia explicó que la idea surge como parte de investigaciones que buscaban poner el foco en una serie de procesos históricos, sociales, ideológicos como los discursos de odio.
A partir de su vínculo con la revista Anfibia y la UNSAM «empezamos a escribir textos, análisis, ensayos sobre este campo de problemas», detalló, lo que concluyó en el libro.
Desplegado en tres partes fundamentales, Cuesta resaltó que «la primera parte se compone de reflexiones teóricas que buscan proveer o hacer públicos ciertos marcos interpretativos de lectura».
Una segunda parte es de análisis de los materiales que produjeron junto al equipo de investigadores durante los último 10 años.
En ese marco, puntualizó: «Son encuestas, grupos focales, explicaciones relativamente densas sobre fenómenos contemporáneos como las tramas ideológicas de la xenofobia; la persistencia de ciertas predisposiciones autoritarias en las subjetividades neoliberales y su crecimiento; la sobreactuación de la potencia que se deduce de una experiencia de impotencia de los sujetos contemporáneos de crear muros», entre otras.
Además, el libro consta de una tercera parte «integrada por varios autores con intervenciones de coyuntura, acontecimientos que conmocionaron la escena pública, los más recientes tienen que ver con el intento de magnicidio a la Vicepresidenta; una reflexión sobre la manifestación con las bolsas mortuorias que anticiparon lo que pasó tiempo después y una cobertura ilustrada de los actos de Milei».
Por tanto, Cuesta evidencia que en los últimos 40 años, desde las investigaciones sociales, «empezamos a interrogar que hay un quiebre fundamental en el año 1976, cuyas huellas persisten y cuyas cicatrices no terminan de sanar nunca» y que además no sólo «cambia radicalmente el patrón de acumulación económica sino un tipo de subjetividad».
«Esto también responde a una tendencia global», ejemplificó. A «la liberación de los mercados, la desregulación de la economía, sino también el acompañamiento de esas medidas privatizadoras, con principios ideológicos muy claros como el emprendedorismo; ciertas justificaciones de la desigualdad amparadas en un criterio de justicia de mercado, meritocrático, el desplazamiento de una interpelación política o subjetivación ciudadana hacia la figura del cliente o consumidor, y aun con la recuperación de la democracia, muchas tramas ideológicas asociadas a ese gran cambio económico-político, se continuaron»,
(RP)
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